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Junio


INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL FRENTE A LA COVID-19

Artículo de opinión (*) (Segunda parte) Una aproximación al enfoque interpretativo de la sociedad frente a la covid-19 En párrafos anteriores, indicaba como además del medio geográfico, es la población otro de los elementos fundamentales de análisis en torno al desarrollo social. Desde la Antropología Interpretativa, Clifford Geertz, en su libro denominado: La interpretación de las culturas, indica que la cultura aparece como un sistema de símbolos y significados compartidos. ¿Qué significa entonces el coronavirus para los integrantes de una comunidad?, ¿qué significado le dan las personas de los diferentes estratos sociales de nuestro país a la covid-19? Para entender entonces a una sociedad como la nuestra con una amplia diversidad cultural, se hace necesario que los científicos sociales hagamos uso de una combinación metodológica que permita, por un lado la observación de los comportamientos, pero también, igual de importante, la interpretación de estas significaciones compartidas. La observación social del Perú de las últimas cuatro décadas nos hace reconocer en la masiva migración campo-ciudad la economía informal, la recreación de una cultura “chola” y la organización social de la población, cuatro de los más profundos y complejos cambios en la fisonomía de nuestra sociedad. Estos cambios han alterado significativamente los modos de producción y han multiplicado las desigualdades de la sociedad peruana. Así mismo, en términos de Carlos Franco, la rotura de la sociedad rural, el determinismo de la tradición, la construcción de su nuevo sentido del espacio y el tiempo y el cambio de las orientaciones de valor, son elementos de interpretación claves en el análisis de los patrones conductuales y estilos culturales de sus protagonistas y su capacidad de coproducir procesos productivos. En una aventura interpretativa, afirmamos que la sociedad peruana ante esta pandemia requiere visualizarse desde esta trama de significados e interpretaciones antropológicas mencionadas, que permita focalizar estrategias diferenciadas en relación con el medio geográfico, las personas, y la estructura social y productiva de cada región. Teniendo, sin embargo, algunas tácticas comunes a la población peruana como son: fortalecer la organización de redes familiares y sociales a través del reconocimiento de valores compartidos, modelos de comportamiento y formas de vida que implícita o explícitamente señalan una visión del mundo y de las relaciones sociales distintas y alternativas que responden a diferentes clases sociales, consolidar una nación peruana integrada, respetuosa de su patrimonio y diversidad étnica y cultural, del mismo modo reconocer, promover y desarrollar la economía de un alto porcentaje de la población que hasta ahora se ha auto desarrollado a través de estrategias de supervivencia sumamente creativas y ha enfrentado -en informalidad, desocupación y pobreza- otras epidemias y desastres naturales y, finalmente, pero igual de importante, escuchar y entender lo que la población piensa, necesita y cuáles son sus prioridades, para que a partir de todo ello se pueda establecer o fortalecer las futuras políticas del Estado. Como será el día después del mañana Covid-19 Un mundo que jamás será igual. Con la llegada de la covid-19 al Perú, el pasado 6 de marzo, y tras la declaratoria del estado de emergencia y el aislamiento social, las calles lucían completamente vacías imponiéndose la dictadura del silencio, quedaban en el recuerdo colectivo los ruidos cotidianos, el claxon innecesario de los autos, el barullo que desde temprano produce el comercio ambulatorio, el sonido de la música hasta el amanecer, las prisas diarias de las familias. Hace 69 días, reconocemos y aplaudimos al personal de salud, policías, ejército, personal de limpieza y muchos otros trabajadores sin descanso, los denominamos “héroes sin capa”, que poco a poco van cayendo enfermos, desanimados o el sin mayor apoyo de sus autoridades, hoy los vemos inevitablemente reducidos en número. Si alguno de ellos es parte de nuestra familia, el diario temor por su integridad al igual que el orgullo por su trabajo nos acompaña desde el primer día. También identificamos en muchos de nuestros vecinos en la población de mi ciudad, de mi región, en esas imágenes que nos muestran los medios de comunicación, a cientos de personas que conglomeradas en mercados, plazas, bancos, desafían las normas de aislamiento y a seis días de cumplirse un plazo, ya tomaron las calles, ya están vendiendo “el combinado” o cualquier otro producto, se congregan en centenares ante las rejas de un mercado en Lima, exigiendo un puesto de trabajo o hacen filas interminables por cualquier bien, pensamos, no necesariamente indispensable. Finalmente, muchos de nosotros observamos el mundo a través de una pantalla, a veces con temor, casi siempre con tristeza, no pocas veces con rabia ante el enemigo invisible que ya está cobrando muchas vidas, que ha dejado a miles de familias sin trabajo, que no sabemos cuándo, ni cómo va a poder ser vencido. Sin embargo, al final del día habemos quienes contamos nuestros “dones” recordamos que gozamos de salud junto con los seres que amamos, contamos con una vivienda, alimentos, servicios básicos, agradecemos también en silencio la posibilidad que tal vez antes nunca tuvimos de compartir con la familia mucho tiempo en común. Sin embargo, la nostalgia persiste por la vida que ha cambiado y siempre nos preguntamos ¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo usaremos mascarillas, guantes y desinfectante?, ¿hasta cuándo viviremos en este temor constante? Nos retamos a pensar que tal vez esto termine pronto, ponemos nuestras esperanzas en el 30 de junio, en diciembre de 2020, tener una fecha, por irreal que esta sea, es más fácil que pensar en “indefinidamente”. Como investigadores sociales, debemos analizar todos estos grupos y sus comportamientos, aquellos que la sociedad aplaude como heroicos, solidarios y respetuosos de las normas, pero también a aquellas personas tildadas de “descuidadas”, entender desde la diversidad su modo de relacionarse, sus modos de producción, la informalidad que acompaña su vida desde generaciones atrás. También hay un campo de estudio social importante en el comportamiento de las autoridades, en el incremento descarado e inhumano de los casos de corrupción, en el accionar de regiones que de manera rápida frenaron el contagio de su población, y aquellas que por el contrario ven incrementadas cada día las cifras de contagiados y fallecidos Es necesario que los profesionales de las ciencias sociales ayudemos a sacar lecciones aprendidas de este proceso, lo que funcionó y no en los programas sociales, la estrategia económica y su impacto en la población, el control normativo y el control social de la población. Indudablemente, hay cambios biosocioculturales que con la covid-19, llegaron para quedarse, las familias del país como las del mundo entero tendremos que reaprender para volver a aprender, reinventar nuestra forma de vida a una más sana y preventiva, aprovechar nuestro tiempo en familia para enseñar protocolos de salida, de comportamiento en la calle, en el centro de trabajo, de desinfección en el regreso a casa, hoy más que nunca la comunicación asertiva en la familia se convierte en elemento clave para la supervivencia. Pese a la brecha digital costa-sierra-selva, las plataformas digitales son imprescindibles, hoy nos permiten a muchos trabajar, educarnos y entretenernos, por tanto los próximos años, en la etapa de recuperación, hay que dirigir los esfuerzos a que este beneficio llegue a todos los entornos rurales y periurbanos. En el mismo sentido, se deben tomar acciones que reduzcan el “analfabetismo funcional” que desarrolle también capacidades en grandes grupos de población para hacer trámites por internet u otros canales virtuales. Redireccionar el apoyo del Estado hacia la producción nacional, hacia la seguridad alimentaria, hacia la pequeña y mediana empresa tan significativa en términos sociales y de economía. *Mg. Cecilia Montenegro Saldaña Docente de la Escuela de Trabajo Social USS
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